la pelota cuento

Como si esto fuese la señal, cada cual huye hacia su cobijo. Se agacha y la toma en la mano maravillado, no menos que si hubiese caído en su aposento un albatros de los mares del sur. -¡Bah! Cuando me di cuenta que quería hacer una pelota de trapo, me vino mucho fastidio. Con ese garrote el jorobadito empezó a repartir palos. En almacén no quise mirar la otra, aunque sentía que ella me miraba a mí con sus colores fuertes. Uno de ellos se lleva la pelota. Al día siguiente, fuimos a la casa de Jacinto. En el momento de cruzar el patio para ir al almacén, vi la pelota tan tranquila que me tentó y quise pegarle una patada bien en el medio y bien fuerte; para conseguirlo tuve que ensayarlo varias veces. Livraison accélérée gratuite sur des millions d’articles, et bien plus. Feliz estancia y felices libros.», La pelota, un cuento de Felisberto Hernández, (15 Puntuaciones. La pelota está en medio de la plaza, en un charco. Los mozos pasan el rato, no se van a dormir, no se van a la taberna, no se van al prostíbulo, no se sabe qué hacen allí. Y como estaba muy abatido, pensó: “Si yo me recibí los palos, también deben recibirlos mis compañeros.” De manera que cuando llegaron los otros dos y descubrieron que la comida no estaba lista y él estaba acostado y le preguntaron el motivo, él respondió: -No es nada, es el carbón malo de esta región, que me hizo doler la cabeza. Después de recorrer un par de calles más, llegan a una taberna. El revuelo es mayúsculo. Su tamaño no era ni grande ni pequeño. Poco después, la sombra confusa de una mujer dobla la esquina. El río era muy peligroso, pues raro era el año que no se ahogara alguna persona en él. Endereza el tintero, separa los papeles, mira a la ventana abierta. Cuando yo tenía ocho años pasé una larga temporada con mi abuela en una casita pobre. Veuillez réessayer. Va a marcharse ya cuando uno de los mozos, viendo la pelota en la mesa, se la entrega y le dice que la tire al corral de su casa, la del mozo, para que al día siguiente la encuentren los chavalines. Luego, ráfagas de aire que la hacen oscilar. Era un jorobadito así de chiquito, y con garrote y todo sólo le llegaba a las piernas, pero repartía golpes con tanta saña que el pobre hombre no podía tenerse en pie, y cayó al suelo con las piernas totalmente moradas. En una de las veces que le pegué con todas mis fuerzas, no tomó dirección ninguna y quedó dando vueltas a una velocidad vertiginosa. Oye ruido y ve rodar la pelota. Guardia y estudiante se contemplan, preguntándose si hay algo de común entre ellos. Ernesto Bustos Garrido nos presenta dos cuentos con la pelota de trapo como protagonista. -y el Secretario se agarró la cabeza con las manos-. Su pasmo se prolonga unos segundos, bastantes. Uno de los de atrás se agacha a recoger un canto. Ahora vuelven al palacio con nosotros, bien tranquilitas, y a todo lo que decimos nosotros ustedes dicen que sí. Cerca hay una fuente pública. El panadero encaró al Secretario del Rey y le expuso el caso. El iba hacia un lado y otro y la pelota siempre seguía bailando alrededor. Al enterarse de que llegaba un señor tan poderoso, el Rey le mandó sus Embajadores. Dentro nada tenía: ni pequeños guijarros, como otras de celuloide, llevan ni cascabeles, ni menos estopa, trapo, crines o serrín, aunque tampoco fuese rigurosamente exacto decir que no contuviese nada. Cuando me volvió el cansancio y la angustia le fui a decir a mi abuela que aquello no era una pelota, que era una torta y que si ella no me compraba la del almacén yo me moriría de tristeza. Después de haberle dado las más furiosas “patadas” me encontré con que la pelota hacía movimientos por su cuenta: tomaba direcciones e iba a lugares que no eran los que yo imaginaba; tenía un poco de voluntad propia y parecía un animalito; le venían caprichos que me hacían pensar que ella tampoco tendría ganas de que yo jugara con ella. Después de haberle dado las más furiosas “patadas” me encontré con que la pelota hacía movimientos por su cuenta: tomaba direcciones e iba a lugares que no eran los que yo imaginaba; tenía un poco de voluntad propia y parecía un animalito; le venían caprichos que me hacían pensar que ella tampoco tendría ganas de que yo jugara con ella. Sin embargo ella no me persiguió: empezó a revolver un baúl y a sacar trapos. Estaba llena de aire comprimido, y de olor a goma. Pálidamente, empieza a amanecer. Veuillez renouveler votre requête plus tard. Zenda es un territorio de libros y amigos, al que te puedes sumar transitando por la web y con tus comentarios aquí o en el foro. Un perro se acerca a la pelota, la husmea y le da medio lengüetazo, después se orina en la puerta del edificio. Une erreur est survenue. Un día, aprovechando que el Rey estaba de buen humor, le dijo: - Majestad, si me permite, quisiera decirle algo, pero antes debe prometerme que no se la tomará conmigo. En verdad no era ni lo uno ni lo otro, pues podía medir unos doce centímetros de diámetro y  ser su volumen, entonces, de unos novecientos cuatro, coma, setenta y ocho centímetros cúbicos. Va por el campo. Les liens de récupération et les ebooks ne peuvent pas être revendus. Y después yo me fui quedando dormido. -¡Es él, es él, nuestro salvador! Sean bienvenidos. A veces se achataba y corría con una dificultad ridícula; de pronto parecía que iba a parar, pero después resolvía dar dos o tres vueltas más. Entró por el ventanal y vio al Mago dormido en un sofá, mientras las tres hijas del Rey lo abanicaban. El panadero, abandonado en el pozo, se había acordado de los tres regalos de las hijas del Rey. Recopilado por Italo Calvino. Al rato me paré para seguir jugando y al mirarla la encontré más ridícula que nunca; había quedado chata como una torta. Jamás esa pelota sería como la del almacén. Con la ayuda de tres aves y un viejo Luis encontrará la forma de liberar a su hermana. Era una pelota azul, aunque no totalmente. Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios que consideremos fuera de tema. ¿Tú primera visita a esta página?. Al fin, con un puntapié más fuerte que los otros, la pelota de oro se partió en dos y de ella saltó un jorobadito con un garrote en la mano. Había partido la almendra y de ella había salido una carroza de seis caballos. ¿Cómo te atreves? ¡Ya vas a ver qué te hace! Corren a la plaza, se cruzan con el basurero, la lechera, el alguacil, el perro cojo de la inclusa. Pero el nuevo día aún no aflora. ... así será más divertido leer tratando de buscar la siguiente parte del cuento en la pelota. Pasaron unos instantes y cuando ella se levantó de la máquina de donde cosía, yo salí corriendo. En un momento todo el poblado despierta y se asoma a ventanas, puertas, escotillas o tragaluces, lleno de espanto, de curiosidad, de asombro, y prorrumpe en inmenso alarido que pronto se trueca en clamor dentro del tumulto general. -En son de paz para quien me ama, y en tren de guerra para quien me traicionó --dijo el panadero. Pero la hija del Rey dijo: -¡Huye! Todo se lo tragaron el cielo y la hora de la noche. Toda alusión personal injuriosa será eliminada. Un cuento hecho pelota Objetivos: Incentivar la lectoescritura en grupo mediante textos relacionados con el fútbol y una actividad manual consistente en la elaboración de un balón sobre el cual escribirán la síntesis de la lectura correspondiente. El truco consistía en que la malvada bruja dejaba la brillante y colorida pelota en lugares donde los niños y niñas jugaban. Cuando me cansé, se me ocurrió que aquel era un juego muy bobo; casi todo el trabajo lo tenía que hacer yo; pegarle a la pelota era lindo; pero después uno se cansaba de ir a buscarla a cada momento. Cuando la estaba terminando, vi cómo ella la redondeaba, tuve un instante de sorpresa y sin querer hice una sonrisa; pero enseguida me volví a encaprichar. Llega a la calle entre los pies de unos y otros. Hay luna; sólo a intervalos se deja ver. Désolé, un problème s'est produit lors de l'enregistrement de vos préférences en matière de cookies. El panadero, a quien habían echado sin más trámite del palacio, se había puesto a recorrer el mundo con dos compañeros. Cuando volvieron sus camaradas, dijo el panadero: -¡Eh, pobrecitos, otra que carbón! Cuanto más se empeñaba en patearla, menos atinaba a librarse de ella. Penosamente se levanta éste y la busca a su alrededor, debajo del carro, hasta que renuncia a encontrarla y sigue por su camino. Nadie sabe lo que fue. Lo que, en cambio no, es justo afirmar que se pierde, es aquello que tanto se oye decir: el tiempo. No hay luz, no unos pañales tendidos en las cuerdas de las solanas. Esperé sentado encima de ella. Entran. En almacén no quise mirar la otra, aunque sentía que ella me miraba a mí con sus colores fuertes. El de la navaja lleva el estoque. Los niños, en sus camitas, se han dormido ya de día. Zenda no se hace responsable de las opiniones publicadas. Los guardias forcejean por desasirse, los concejales, magistrados o lo que sea, responden a la agresión con lo que tienen a mano, sillas, tinteros, tijeras, cortapapeles. Es la de un estudiante que en ese momento no sabemos si ha de habérselas con las diofánticas o con alguna rima rebelde, pues la hoja en que escribe se halla parcialmente cubierta de signos dispuestos en columna. «Ya está bien», sentencia el de la navaja. Había partido la avellana y de ella había salido un regimiento de soldados. Si continúas navegando, se entiende que aceptas su uso y en caso de no aceptar su instalación deberás visitar el apartado de POLITICA DE COOKIES, donde encontrarás la forma de eliminarlas o rechazarlas.

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